lunes, 20 de abril de 2009

La Historia de Eugenio y otros entremeses...

Ufff!!!... fin de semana genial!... me fui de luna de miel sobre hojuelas (sí, claro) con mi novio... A Santo Domingo los pasajes!!!... lo necesitábamos, bueno, solitos, en una cabaña en la naturaleza, un asadito para los dos hecho por él... y los demás acompañamientos obvio, hechos por mí, ya que cocino de todo y espectacularmente jaja (y no peco de soberbia)... anduvimos en kayak, caminamos, regaloneamos... todo rico, un descansito para seguir dándole al laburo y los estudios y después de una semana difícil y de decisiones difíciles también, ya que segunda propuesta que me hacen en mi vida laboral, con mucho dinero de por medio y fuera de Santiago (bien lejos la verdad)... y que tuve que rechazar por amor. Algunos dirán que soy un poco pava o lesa, pero el amor es lo que me mueve en estos días y quiero ser felíz, y lo soy con mi amor... por eso... por él hago lo que sea. Además después de hablar con él y contarle de mi propuesta, quien podría aguantar las lagrimitas que salieron de sus hermosos ojitos, así que nos rajamos llorando los dos! y le dije que no lo dejopor nada del mundo... jajaja. Sólo quería saber si me apoyaba en cualquier decisión que yo tomara y me dijo que sí. Eso fue lo único que me importó. Tan lindo él. Por eso, haría y daría lo que fuera por esta relación tan linda que llevamos.
Eso, en resumen lo que ha sido estos días en que no he escrito nada, porque mi vida fluye... y fluye bien...
Y... quería contar y compartir con los que me leen, los deseables y los indeseables, aunque ya no creo que existan porque este espacio tan mío lo tiene poquitas personas que ni siquiera conozco personalmente, y que por lo demás soy muy agradecida que pasen por aquí... Decía, quería compartir algunos escritos de hace años atrás y que cuando estudiaba en la universidad publicaba con seudónimo en la revista, en mi columna. Escribía experiencias mías de mis viajes, de mi vida, de mi historia y que salían bastante entretenidas. Ocupaba algo del talento que tenía en escribir, y quería de ahora en adelante ocupar mi blog, mi lugar, en compartir esas historias que me hacían reír y que era muy felíz... antes de convertirme en profesional y de que mi vida fluyera con esta rapidez y más encima tomando decisiones demasiado importantes.
Por eso, publico abiertamente ahora... con mi propio nombre...aquellas historias enriquecedoras y que compartía con los alumnos de la u, entre las sombras...

Empiezo hoy... con la Historia de Eugenio... en mi amado Valparaíso... esto ocurrió hace 5 años y ocurrió así...








Debo partir aclarando que esta imagen la usurpé del fotolog de un buen amigo mío llamado Pato... Debo darle los créditos a él por la excelente imagen del hombre sin cabeza, y sin cuello también. No creo que él se enoje mucho, ya que en estos momentos se encuentra disfrutando de un genial viaje de un mes por las tierras del Viejo Mundo... no cualquiera tiene esa suerte... buaaaa!!!! En fin, esta historia no trata de mi amigo, sino de Eugenio, que no es mi amigo, pero es todo un personaje a quien tuvimos la suerte o la maldición ,no lo sé, de conocer mi chico y yo, mientras paséabamos en Valpo. Todo comenzó con una mentita, la verdad es que jamás pensé que en altas dosis un bajativo puede convertirse en más que eso... agregándole además otras sustancias de índole etílico, por supuesto. En fin, después de eso era necesario un paseito por el Mercado para darse el merecido platito marino, que permitiera pasar el bajón. Así fue como llegamos a este antro de perdición, que no sólo huele mal por los mariscos y pescados, pero prefiero no entrar en esos detalles. Y claramente uno se cuestiona si es la mejor opción o la más saludable e higiénica alternativa para consumir una rica paila marina... pero la verdad es que para todas las experiencias que arrastro en el cuerpo, ésta era una más. Así de jugada, por no ocupar otra frase que me puede condenar brutalmente, jaja. Y mientras recorríamos el mercado, aspirando sus interesantes fragancias, deleitándonos de la fauna y flora que no sólo incluía jaibas, choros y cholgas, almejas y machas, picorocos y erizos, sino también una diversidad de animales peludos o no tan peludos según el grado de tiña, así como plumíferos que se albergaban en los techos y recovecos del recinto. Pero no se asusten tanto, dentro de éste mismo se distribuyen pequeños locales que administran su higiene y ahí uno decide si asume el contexto en el que se encuentran o al entrar allí piensa que es mejor olvidarlo, y sólo considera que el local se ve limpiecito, tienen agua de llave y no de pozo, y la comida sabe exquisita, fuera de que la atención es muy agradable y folklórica. Sólo que antes de darnos el festín del día para pasar la innegable caña o enguayabada, como dicen los compañeros colombianos, no pude menos que sorprenderme y encantarme con unas escaleras al centro del Mercado, las que seguí guiada por mi insaciable curiosidad y me vi plantada ,finalmente, en lo que parecía casi un helipuerto, jaja. Quién iba a decir que la curiosidad no sólo me mató sino que me permitió llegar al cielo, donde tenía la más espectacular vista de Valparaíso, y la soledad más absoluta -sin gente desconocida- que posibilitó que yo disfrutara mucho más ese celestial momento de mi vida. Allí estábamos, mi chico y yo, disfrutando de cada cerro porteño, de cada casa -una sobre otra-, de cada ascensor y calle empinada, del puerto y sus barcos, fragatas, embarcaciones, lanchas, balsas, etc... A la distancia se encontraba Viña del Mar y Reñaca, a las que ya hice alusión en una anterior reseña de Valparaíso... tan distintas, tan lejanas, tan poco atrayentes a mis ojos austeros y a la vez exigentes de belleza, pero de otro tipo. A uno de los costados del Mercado se encontraba uno de esos edificios antiguos de Valpo, con sus ventanas abiertas, con sus vidas privadas saliendo por aquellas y mostrándose a mí; ropa tendida, olor a cebolla frita, un joven malabarista practicando en paños penores, un niño jugando con su inocencia, en fin, toda una gama de historias. Frente a este mismo edificio habitacional, se concentraba parte de la vida social de ese sector. Y así, jóvenes y personas de más edad disfrutaban de unas cajas de vino, mostrando sus caras ajadas y desaliñadas por el sol, probablemente por sufrimientos excesivos, por falta de estabilidad, de una cama calentita diariamente, qué sé yo, tantas cosas que podrían hacer que hombres y mujeres jóvenes te sonrían sin la posibilidad de poder mostrar todos sus dientes sino algunos pocos que aún sobreviven a tamaño deterioro. Pero no puedo saberlo con creces, quizás son sólo mis razones y mis prejuicios los que hablan, y supongo que no son el tema de esta historia. Y tantas cosas que se podían seguir viendo a través de esta plataforma en el techo del Mercado... pero ya era hora de comer, los llamados estomacales así lo decían así como la hora, puesto que ya se nos hacía tarde para volver cada uno a su propia realidad santiaguina. Así que dimos unas últimas vueltas por el lugar, pero antes de que yo pudiera despedirme de todo eso, me fijé en una estructura abierta sobre la plataforma, en la que se hallaban los restos del que fuera el ascensor particular del Mercado, y como ya dije que soy extremadamente curiosa, me acerqué a mirar pero no me detuve tanto en las estructuras metálicas y olvidadas de aquel facilitador de transporte pasajero, sino en otros elementos a un costado de aquellas. Y es así como llegué a tener en mis manos la documentación de Eugenio; su cédula de identidad, tarjetas de crédito, tarjetas de presentación, santitos, credenciales de asociación, listado telefónico... aunque no pude dar con la billetera. Entonces me pregunté, ipso facto, ( o ipso flato, como diría Papelucho) qué sería de Eugenio si toda su documentación estaba allí y hasta sus tarjetas de crédito, cosas que sabemos desaparecen al momento de ser asaltados. Me fui inmediatamente a buscar a mi chico para mostrarle mi hallazgo y plantearle mis inquietudes. Y la verdad es que después éramos dos mentes llenándose de conjeturas, hipótesis e historias posibles y probables para el destino final de Eugenio. 1) Estaría muerto?; 2) Si estaba muerto, tendría plata en la tarjeta de crédito?, jaja; 3) Se le habría quedado la billetera en el motel y por eso tendría miedo de recuperar sus documentos?; 4) Qué tipo de persona asalta a otra y no utiliza las tarjetas de crédito? (una conjetura: alguien muy desesperado por comprar copete o droga); 5) Habrían sido los extraterrestres que lo raptaron, pero al darse cuenta que era marino, prefirieron dejarlo en la tierra y trataron de despistar a las fuerzas policiales y de investigaciones del planeta y de Chile, dejándolas esparcidas en un lugar de mala muerte?; 6) Nuevamente, estaría muerto??? estaría vivo y sano???; 7) Todo lo sucedido habría sido recientemente o bien durabte el siglo pasado?; 8) Si estaba vivo y sano, podríamos ubicarlo en Valparaíso o se encontraría en Chuchunco City; 9) Si staba vivo, sano, viviendo en Valpo, nos invitaría a tomar unos helados como premio por nuestra buena acción de ubicarlo y devolverle sus documentos, sin siquiera tocar su cuenta de crédito???, jaja. En fin, tantas inquietudes nos envolvían en aquellos momentos, pero lo primero era lo primero, no podíamos seguir pensando con el estómago vacío y yo con tremenda caña, así que nos dispusimos a comer en Don Vittorio. Y fue la comida más maravillosa que me comía en muuuuuuuucho tiempo, o quizás me supo así porque tenía mucha hambre y realmente necesitaba algo caliente para reponerme de las conductas etílicas recientes. Terminadas las fabulosas empanadas de queso y mariscos y las pailas marinas, junto con el vino blanco de dulce sabor -todo en un pack de 2 lucas cada individuo- nos fuimos a realizar nuestro primer llamado en conjunto dentro de Valparaíso a un teléfono de red fija y de 6 números en el pasado. Así fue como dimos con la tía no sé cuánto o la vecina Adela, ya no me acuerdo, quien no sabía nada del paradero de Eugenio, pero al menos lo conocía. Alcanzamos a proporcionarle nuestro teléfono celular para que nos llamara por cualquier información y nos embarcamos en la travesía del Paseo 21 de Mayo, según nos informaría nuestro enigmático personaje posteriormente. Y así, sin más ni más, recibí el llamado de un número desconocido cuando disfrutábamos de la artesanía porteña -que en realidad de porteña no tiene nada, y se puede encontrar a más bajos precios en Stgo mismo, o en Perú, Bolivia, Corea, Tailandia, India, etc, pero probablemente eso no lo sepan los gringos, y no seré yo, por cierto, quien se los diga, jaja- y de la preciosa vista del puerto. Como estábamos a la espera de que eso sucediera, inmediatamente identifiqué la voz de hombre que me respondió al otro lado de la línea con la de Eugenio, a lo que él asintió sin reparos. Quedamos de juntarnos frente al Museo Naval en breves minutos, ya que Eugenio nos contó que vivía en los alredores del sector. Mientras esperábamos con gran angustia y una emoción contenida, nos dedicamos a observar a cada sujeto con pinta de cincuentón o sesentón, así como yo también me dediqué a observar cuál aro me gustaría tener, y al pintor que se encontraba esbozando una de sus próximas obras de arte que tenía un rostro muy duro y unos ojos enigmáticos y envolventes, jeje ;-D Pasaron los cinco minutos o más o menos, no lo sé, el tiempo no era el factor clave en esos momentos, cuando vimos a un señor con pinta de sesentón, que buscaba con la mirada en distintos lugares sin un aparente objetivo claro. Y sí, era él, era Eugenio!!! Algunas de nuestras dudas estaban resueltas: estaba vivo, aparentemente sano -es decir, tenía todas sus extremidades, ningún tajo en el rostro, podía hablar, oír, ver y percibir, y no tenía evidentes daños mentales post traumáticos- y tampoco poseía ningún poder sobrenatural de ésos que tienen quienes son raptados por alienígenas, sino me creen vean los 4400, jaja. Pero tampoco era como me lo imaginaba... Lo primero que hizo fue revisar sus documentos y darnos las gracias por nuestro bondadoso acto. Nos contó la historia de lo que había sido un asalto reciente, días antes, y que le habían quitado un poco de dinero en efectivo no más, pero que seguramente el asaltante no había ocupado las tarjetas de crédito al darse cuenta de quién era él y sus inevitables influencias. Yo tenía mis dudas al respecto, ya que después de un rato que se me hizo eterno, escuchándolo hablar de lo que hacía él, de su importancia, de la gente con la que se relacionaba y la forma jactanciosa en que lo hacía, comencé a sentir unas ganas terribles de finalizar la conversación y además, me detuve en su aspecto: era un hombre sencillo, yo diría humilde, olía mal, no sólo por las típicas comidas aliñanas del puerto y el clásico estilo de la gente antigua, sino que es ese olor a encierro o a la gente que no se baña en días y que además bebe, la gente de la calle en algunos casos, también tenía la ropa sucia, si hasta una mancha en su sentadero le vi cuando se dio la vuelta y se alejó, después de que nos despedimos. Tenía dos versiones difíciles de lidiar de Eugenio, una que se jactaba de su importancia y sus influencias como ex marino y otra, la de un señor de sobre 60 años, que vivía en condiciones muy humildes y hasta con ciertos problemas de índole psicológicos, pero que en esos momentos me producía más que simpatía, agrado o comprensión, algo de repudio por su prepotencia y su egocentrismo altanero. Rápidamente entonces nos despedimos de la posibilidad de tomar unos heladitos de 100, no perdón, ahora de 200 pesos con Eugenio, y el hecho de que nos invitara algún día a conocer su hogar porteño, jaja. No, es broma, no somos tan patudos. Ahora, lo que me queda claro es la discrepancia entre Eugenio y yo con respecto a la utilidad de el santito que llevaba en su billetera. Mi primera expresión al ver los documentos botados en un cuasi basural junto a la imagen de un santo, fue puf!!!, de qué le sirvió andar trayendo un santito???!!! Pero cuando estuvimos con él dio gracias a su santito y adjudicó a él la gracia de haber devuelto los documentos hacia sus manos a través de nosotros... y que por nuestra acción, tendríamos un lugar asegurado en el cielo. No quiero ser menospreciadora ni despectiva con ese regalo ni con su intención, pero prefiero irme al infiermo antes que vivir rodeada de ese tipo de santitos. Y ésa fue la historia de Eugenio, un personaje más de Valparaíso, con sus propias dificultades y ambiciones como todas las personas terrenales de este mundo, con sus propios recuerdos y estancamientos en el pasado, y por supuesto, sus propios sueños. Sólo espero que tenga más cuidado en el futuro, y que no sólo ponga teléfonos como el de su mecánico o de la tía no sé cuántito que ni saben de él, sino gente que podría darnos información reciente si algo malo volviese a ocurrirle. Ah, no sé, se me acabó la inspiración... los santitos de Eugenio me están mandando malas vibras desde el cielo, buaaaaaaaaaaaa.... ;-)

Y eso fue... una de mis publicaciones de cuando me creía una pseudo escritora de anécdotas jajaja... Trataré de seguir haciéndolo y compartir mis historias y ya no hablar tanto de mí y mi vida... Ya le dí tantas vueltas al asunto que ahora prefiero decir cuando estoy bien o cuando estoy mal sin entrar en tanto detalle... jaja

Como siempre...

Una flor! para todos!!!... y la pregunta es... Qué será de Eugenio?


Ivy

2 comentarios:

La Gata Coqueta dijo...

Primero y lo más importante es el descanso que estais aprovechando mutuamente para ambos en soledad, para hablar y decidir que hacer en el futuro, aunque parezca como muy sencillo, en estos momentos se esta creando el futuro para los dos y según sean las decisiones a si sera, para bien o para lo contrario...

Mi deseo es que sea un futuro eterno y lleno de emociones constantes...

Luego el pobre Eugenio, que quieres que te diga, uno de tantos que ocupan la gran urbe, sin pena ni gloria, aunque la sueñen, tienen tanta soledad y falta de cariño que imaginan lo inimaginable con tal de que alguien los escuchen a cambio de nada, puesto que estan vacios de todo y de nada.

Que penita pena, pero es real y ante eso no se puede hacer nada, por eso hay que preparar un futuro lo más digno posible para no se ver asi, por esas calles o puertos de Dios a esos años, perdiendo los bártulos.

Te dejo un beso y una rosa, para que su aroma perfume vuestro entorno y me recuerdes.

¡¡Feliz semana!!

La Gata Coqueta dijo...

Paso a saludarte he invitarte a pasa por casa a tomar una copichuela virtual ya que eamos de cumple.

Un besazo amiga.